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Longevidad y nueva vejez: mitos y desafíos

La vejez se ha “democratizado” llevándonos a que hoy día sea mayor para todos el riesgo de la longevidad que el de la mortalidad prematura

Escrito en OPINIÓN el

Con frecuencia escuchamos hablar del “Tsunami” del envejecimiento. Yo prefiero hablar del envejecimiento como una oleada; vigorosa y responsable de un impulso, pero sin el poder destructor del Tsunami.

Oleada progresiva hacia edades crecientes; oleada progresiva hacia nuevas oportunidades conforme la vida en su conjunto se prolonga, pues no sólo la vejez dura más. La vida en su conjunto se prolonga y ello conlleva un nuevo ritmo para la vida cotidiana. 

Los millenials parecen haberlo comprendido antes que la mayoría, pues hoy no se precipitan ni a concluir una carrera ni a formar una familia, más bien avanzan a su propio ritmo con parsimonia, o ¿quizás con temor? Yo no los culparía pues la extensión de la vida en el contexto actual conlleva una gran incertidumbre. En un mundo donde la única constante es el cambio necesitamos una gran capacidad de adaptación para permanecer serenos. 

En este mundo de cambio permanente la vejez no podría ser la excepción

(Foto: Pexels)

La vejez dura ya más que la infancia. Además, la vejez se ha “democratizado” llevándonos a que hoy día sea mayor para todos el riesgo de la longevidad que el de la mortalidad prematura.

Pero no sólo ha cambiado cuantitativamente sino también en calidad. La posibilidad de alcanzar una edad avanzada en plenitud de capacidades se acrecienta constantemente. Hablamos de los “super-agers” como de aquellos individuos excepcionales que, nonagenarios, funcionan como adultos en edad media. Los hay muy connotados, pero los hay también, y muy numerosos, que son mucho más modestos y discretos y escapan por ello a la atención de los medios. No son por ello menos relevantes las abuelas nonagenarias que conducen su auto, los abuelos casi centenarios que administran su negocio y aquellos que en el mismo rango de edad son ejemplo de vitalidad sin necesariamente desempeñar alguna actividad excepcional.

Las expectativas adversas que existen hoy sobre la vejez casi siempre están basadas en la ignorancia o en premisas falsas. Hoy, con sólo una dosis moderada de prevención, la expectativa de una vida completa y saludable puede no ser sólo el privilegio de unos pocos sino la suerte de la mayoría.

Esta creciente longevidad y la prolongación de la vida activa constituye un “bono” para la sociedad: el bono de la longevidad.

El bono de la longevidad

El bono de la longevidad nos obliga a revisar el curso de la vida en su conjunto. Tanto en términos de la inversión necesaria para propiciar un envejecimiento saludable, como en términos de las contribuciones crecientes de los mayores a la sociedad a través del trabajo no remunerado, el gran capital de una vitalidad acumulada y el enorme potencial aun latente del trabajo voluntario para el beneficio comunitario que encierra la población de mayor edad.

Ahora bien, la creciente longevidad encierra también riesgos; en particular los relativos al deterioro de la salud que representan, junto con el financiamiento de las pensiones y de los cuidados de las personas dependientes el gran reto del envejecimiento.

Ello resulta de que el cambio demográfico lleva aparejado también un cambio en la dinámica epidemiológica con una mayor prevalencia de enfermedades crónicas y multimorbilidad. Emergen nuevas condiciones como la fragilidad que resulta además en una mayor probabilidad de dependencia que puede conducir a la necesidad de cuidados. Ello en el contexto de un sistema social y de salud con graves insuficiencias y en presencia de un ánimo discriminatorio en la sociedad en su conjunto, y más pronunciado al interior de los servicios de salud, para con las personas mayores. La década por el envejecimiento saludable, promovida por la Organización de las Naciones Unidas, ha enfocado la atención global en el tema de la discriminación por edad, fenómeno agravado por la pandemia de covid-19.

Este contexto desfavorable tiene una fuerte influencia sobre la salud. En particular la soledad, el aislamiento y la discriminación, pero también la pobre calidad de los servicios ofrecidos por las instituciones tiene un impacto negativo sobre el bienestar en general y en la salud al envejecer en particular. Las personas mayores en México enfrentan niveles desproporcionados de riesgos no asegurados pues no gozan de un acceso universal a la seguridad social. 

(Foto: Pexels)

Ahora bien, dado que el verdadero reto del envejecimiento lo constituyen la discapacidad y consecuente dependencia, la ausencia de un sistema nacional de cuidados es un problema mayúsculo. 

Necesitamos abordar de manera ordenada y sistemática estos nuevos retos, y de la misma manera, aprovechar las oportunidades. Una guía útil para este menester es la iniciativa de la Década por el Envejecimiento Saludable (2021-2030) que ofrece la oportunidad de aunar a los gobiernos, la sociedad civil, los organismos internacionales, los profesionales, las instituciones académicas, los medios de comunicación y el sector privado en torno a diez años de acción concertada, catalizadora y de colaboración para mejorar las vidas de las personas mayores, sus familias y las comunidades en las que viven.

Para poder avanzar, no basta la acción del estado. Es necesario también establecer acciones que propicien la participación comunitaria para promover la efectiva puesta en marcha de las iniciativas de la Década por el Envejecimiento Saludable.

(Foto: Pexels)

¿Qué áreas de acción contempla la Década del Envejecimiento Saludable?

  1. Cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento, combatiendo la discriminación por edad.
  2. Asegurar que las comunidades fomenten las capacidades de las personas mayores abriendo espacios de participación social.
  3. Ofrecer atención integrada centrada en la persona y servicios de salud primaria que respondan a las personas mayores, capacitando al personal de salud y mejorando los servicios.
  4. Brindar acceso a la atención a largo plazo para las personas mayores que la necesitan, desarrollando un sistema nacional de cuidados a largo plazo.

El Instituto Nacional de Geriatría contribuye a promover las acciones de la década, y en nuestro actuar nos guían tres principios fundamentales: la igualdad entre los grupos de edad, la necesidad de un enfoque particular de derechos humanos, y el reconocimiento de la salud como el mayor bien.

Para mayor información consulte nuestro sitio web:

INGER

y el sitio web de la Organización Panamericana de la Salud:

OPS