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De cáncer, mitos y eufemismos I

La etiqueta impuesta del cancer ejerce un poder tan grande que transforma de facto la vida de todos aquellos que cruzan la tenue línea de salud/enfermedad

Escrito en OPINIÓN el

{"field1":"Perdió la batalla. Si alguien susurra estas palabras tras mi muerte, lo maldeciré donde quiera que me encuentre","field2":"Kate Granger"}

De acuerdo con datos del INEGI, en 2020, las tres primeras causas de mortalidad fueron las enfermedades del corazón, la covid-19 y diabetes mellitus. ¿Esperaba que apareciera el cáncer? Pues permítame informarle que desde hace algunos años el cáncer venía ocupando el tercer lugar. La pandemia por el Sars-CoV-2 cambió la tendencia, sin tomar en cuenta el exceso en mortalidad que podría colocar a la covid-19 en el primer lugar.

Sin embargo, estimados lectores, adonde quisiera llevar su atención es al hecho de que muchos dan por sentado que el cáncer es la enfermedad con mayor prevalencia e índice de mortalidad. 

Al cáncer, que en realidad es el nombre genérico que agrupa a más de 200 enfermedades identificadas hasta el día de hoy, le hemos ido construyendo un halo de terror que nos hace temerle en forma muy especial, lo que resulta en una carga adicional para quienes lo padecen. 

(Foto: Pexels)

Para nombrarlo solemos utilizar eufemismos como bolita o tumor; cuando alguien fallece por su causa escuchamos algo como murió después de una larga y penosa enfermedad  y si alguien ha sido diagnosticado con ella, vendrán muchos a decirle frases hechas y simplonas (y no solicitadas) como:

  • Algo quiere decirte tu cuerpo

  • Eres un guerrero

  • Esta es la batalla por tu vida

  • Decreta que te curarás

  • Échale ganas; tú puedes

Y, claro, no faltará quien además señale y enjuicie: te dio cáncer porque no has perdonado o porque guardas resentimientos…

Hace poco la hija de una paciente que fue diagnosticada con cáncer hace 14 años comentaba: “si tan solo pudiéramos ver al cáncer como se ve a la diabetes, todo sería más fácil”.

Y, es verdad. La diabetes es una enfermedad crónica degenerativa y, por lo tanto, incurable. Quien la padece deberá continuar bajo supervisión médica el resto de su vida. Para mantener la mejor calidad de vida posible habrá de llevar un estilo de vida saludable y tal vez renunciar a ciertas actividades o hábitos que antes le procuraban satisfacción, como el consumo de ciertos alimentos, la ingesta de alcohol o el consumo de tabaco.

Las consecuencias de no adherirse al tratamiento pueden llevarlo a complicaciones muy serias que implican un deterioro físico importante y en muchas ocasiones, con resultados fatales.

Lo mismo podríamos aludir respecto a las enfermedades del corazón que ocupan el primer lugar de muerte en México y en el mundo entero.

Sin embargo y a pesar de todo, el cáncer sigue siendo una de las enfermedades más estigmatizadas. Tanto horror produce que no es extraño escuchar que se utilice la palabra para describir aquello que se considera malo, como la corrupción es un cáncer para la sociedad.

Richard Nixon le declaró la guerra al cáncer en 1971 y a partir de entonces el lenguaje bélico acompaña y afecta a quienes han sido tocados por la enfermedad; a quienes sobreviven y a quienes han fallecido, al igual que a sus seres queridos. Sin darnos cuenta les imponemos la tarea de dar la batalla, con todas las armas posibles y ser casi estoicos para vencer, porque así lo han de decretar. 

(Foto: Pexels)

Ya no es solo la enfermedad, sino lo que se cree sobre ella; la etiqueta impuesta ejerce un poder tan grande que transforma de facto la vida de todos aquellos que cruzan la tenue línea de salud/enfermedad. Es común que les pregunte a mis pacientes si han sufrido más por la propia enfermedad o por lo que creen saber o han escuchado sobre el cáncer. Invariablemente responden que es lo segundo lo que les causa mayor pesar.

La Doctora Kate Granger sabía que moriría al ser diagnosticada en el 2011 con un cáncer incurable, cuando contaba con 29 años de edad y advertía desde entonces que deseaba ser recordada al morir por todo lo realizado durante su vida y no como perdedora.

Es probable que el cáncer no desaparezca de la faz de la tierra. No obstante, el conocimiento que hoy se tiene sobre está compleja enfermedad es enormemente mayor que al que se tenía en el siglo pasado. La ciencia ha dado saltos gigantescos. Con seguridad, contaremos con más información sobre cómo prevenir su aparición temprana en el curso de la vida; tendremos mejores herramientas de detección oportuna y tratamientos que prolonguen la vida con calidad. 

Sin embargo, de poco servirá si seguimos pensando que es lo peor que puede ocurrirnos. Necesitamos trabajar juntos para entender que las enfermedades, todas y no solamente el cáncer, son compañeras de viaje del ser humano desde el principio de los tiempos. 

El próximo 4 de febrero se conmemora el día mundial del cáncer. Son buenos momentos para repensar la enfermedad y todas sus implicaciones para la salud física, emocional, social y espiritual. Seguiremos escribiendo sobre lo que sabemos por cierto sobre el cáncer, así como de los mitos a su rededor porque, estoy convencida que el día que cualquiera, al ser diagnosticado con cáncer, piense en reto y no en fracaso y crea posible seguir viviendo con sentido, a su manera y a pesar de los límites que le imponga la enfermedad, habremos dado un gran salto en beneficio de todos.