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Las apariencias en la intimidad

Hombres y mujeres hemos sido adiestrados desde muy temprana edad a aparentar diversas emociones, actitudes y acciones

Escrito en OPINIÓN el

Aparentar significa representar o hacer creer algo, especialmente un sentimiento, un estado o una cualidad, que no es verdad, con palabras, gestos o acciones según el diccionario

Hombres y mujeres hemos sido adiestrados desde muy temprana edad a aparentar diversas emociones, actitudes y acciones. 

Aparentar no resulta un pecado desde mi punto de vista, es parte de la vida y de las interacciones humanas. Por ejemplo, podemos aparentar algo como estrategia para enfrentar una situación que nos amenaza, como es parecer tranquilos ante algo cuando en realidad temblamos de miedo internamente. 

También podemos aparentar “estar bien” porque no es obligación abrir ante los demás nuestras intimidades o aspectos privados que nos afectan de algún modo. 

(Foto: Unsplash)

Sin embargo, hay una línea muy sensible entre usar el aparentar (algo que no es) poniéndolo a nuestro servicio para cuidar lo que manifestamos, y aparentar lo que no somos por vergüenza de lo que creemos ser; esto es, cuando nos pensamos inadecuados en pensamientos, palabras u obras y tememos ser descubiertos. El pensar: “…que no se den cuenta que yo…”

En este segundo caso, aprendemos a aparentar tanto que a veces perdemos de vista aquello que en el fondo nos intimida y que rechazamos en nuestro ser. Si alguien ve aspectos de nosotros que nos son desagradables y negamos, descalificamos a aquél que se atreve a decirnos algo que no queremos aceptar y lo juzgamos por su “mal juicio”, con frases como, “¿Cómo puede pensar eso de mi?, ¡que mal está!”.

En el fondo sabemos que falla la apariencia que queremos dar y eso nos amenaza y nos duele. Lo importante se vuelve mantener una imagen que sea satisfactoria a mis necesidades de “tapar” aquello que no quiero ver de mí o que sí veo y no deseo que los demás descubran. Se ocultan constantemente sentimientos y pensamientos que quisieron salir a la luz pero no hubo en la persona la fuerza ni el valor necesarios para manifestarlos. 

Me atrevo a afirmar que este punto es uno de los aspectos que causan en gran parte los conflictos que vivimos hoy en día en las relaciones de todo tipo, para empezar con nosotros mismos. 

(Foto: Unsplash)

Esta imposibilidad de aceptarnos con todo, de reconocer lo que somos sin vergüenza ni culpa ni resentimiento. Esta lucha de aparentar sin poder abrirnos y conectar sin miedo lo que nos aqueja lleva a millones de personas a tomar decisiones renunciando a deseos legítimos. 

La consecuencia es no hablar a tiempo porque pensamos mal de nosotros y dejamos ir oportunidades que en el fondo deseábamos aprovechar. También nos lleva a aceptar relaciones destructivas y alimentar los círculos de conflicto con nuestra actitud. 

La intimidad abarca emociones, sentimientos, formas de ver las cosas y, desde luego, la expresión más profunda del erotismo. Cuántos malos entendidos se van tejiendo en las relaciones de pareja que, preocupadas por ser queridas y aceptadas, no hablan de sus deseos, disimulan y no se sinceran ni consigo mismo ni con la pareja

Algunos se van aislando porque sienten no dar el ancho; como en el caso de los hombres que no consiguen una erección o eyaculan antes de lo deseado y su pareja llega a pensar que ya no le quieren o que ya no hay deseo hacia él o ella. 

(Foto: Unsplash)

En el caso de las mujeres, si no hay excitación, si hay dolor en la penetración o si no tienen orgasmo, les angustia que la pareja llegue a darse cuenta y evitan el encuentro o lo tienen con la tensión correspondiente. 

Como sea, el vacío y la hostilidad entre ambos suele ir en aumento al pasar el tiempo. La distancia hace estrago y el resentimiento también. La necesidad de profundizar y reflexionar en lo que a cada uno le aqueja es vital. 

Se libera la verdad que les aqueja y la relación fluye de nuevo. Los problemas sexuales tienen solución, es importante perder el miedo a hablar y pedir ayuda si sienten que solos es complicado abordar el tema. No lo dejen para “mañana”. De otra forma la relación se va desvitalizando.